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viernes, 8 de octubre de 2010

Pablo y sus pajas mentales

[ esto no es una crítica en su sentido escrito, es una movida más literaria, un relato si se prefiere]

Por Eduardo Apariz.

El hombre gordo del traje vomitaba palabras sin importarle mucho que alguien le escuchase. Cien quilos de carne magra embutidos en cashmere escupiendo letanías sin descanso, con sus ademanes y su pose de profeta.Vibraba y vibraba aquel cuello rubicundo e inabarcable.

Los alumnos habían dejado de prestar atención hacía ya tiempo pero poco importaba.Bla, bla, bla. Sus manos cortaban el aire con un vuelo plomizo y desacompasado, como dos pájaros de cemento.Que si los griegos, que si los fenicios, que si la madre que lo parió.
Pablo definitivamente había decidido ponerse a lo suyo. Una a una iba imaginándose a sus compañeras de clase en bragas. Perniles, culos, tetas e ingles. Correteaban desnudas en su mente como reses de ganado.Quizás con un poco de suerte algún día podría fornicarse a alguna, quién sabe, a muchas chicas les gusta la poesía."¿A cuántas felaciones equivale un soneto?". Tic-tac. Todavía quedaba mucho tiempo para que se terminase la clase, así que Pablo se entregó por entero a sus fantasías,esta vez menos depravadas y decadentes: "¿ de qué hablarían un pingüino y un cactus?".
De repente ya no estaba en el aula, el hedor insoportable que despedía el morlaco trajeado se había disipado por completo.Ahora se encontraba en un lugar con un aire mucho más limpio, algo desangelado y yermo, pero mucho mejor oxigenado. A lo lejos balbuceaban un pingüino y un cactus, parecía que discutían sobre algo importante. Pablo se acercó y pudo escucharlos.

-Te hablo de un frío que haría tiritar al propio invierno, un frío irreductible y venenoso.-decía el Cactus con ese tono solemne que ponen a veces los vegetales.
-¿Qué sabrás tú de climas helados?En donde yo vivo el viento te cala los huesos.Nuestros pulmones son de escarcha.No vas a contarme nada que no sepa.- al Pingüino parecía no inquietarle mucho lo que le contaban.
-Créeme, el frío del que yo te hablo no se puede mitigar con ningún tipo de lumbre.
-Eres muy gracioso, me gustas.- el Pingüino tenía ese aire de socarronería que tienen casi todos los pingüinos que conozco.
- No pretendo hacerte reír.
- No te enojes, amigo. Vamos a ver, cuéntame. ¿Ni zambulléndote en los mares naranjas del sol se puede aplacar ese frío?
-Ni así. Ya te lo he dicho, el calor del fuego no sirve. Y tampoco el abrigo de la lana o el cuero.
-¿Entonces cómo se combate?
- Con certezas.
-¿Certezas?
-Sí, la certeza de que ,cuando la noche aterriza con su bisutería incandescente, hay alguien pensando en ti.

La clase había terminado. Las chicas levantaban sus traseros de los asientos, en la mente de Pablo lucían mucho mejor. Cogió la cazadora, se la puso.Hacía algo de frío.

2 comentarios:

  1. Son Parazonio:

    É moi bonito o que escribiches. A soidade inaplacable de Pablo cando se atopa só no niño nocturno. É o que moitos homes, a pesar de fantasear ca morfoloxía femenina na su imaxinación, sentimos de súpeto na oscuridade do vacía que provoca.

    Como moi ben diría alguén que eu me sei. "Lástima dunha mosa!"

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  2. Supoño que sabedes que, agora que Direita Dura voltou á vida activa, o voso blog non ten ningunha esperanza de converterse no Blog de Xornalismo, así con maiúsculas. Nin sequera coa vosa puta publicidade agresiva. Nós conquistamos con empanada. Sabemos que a xente prefire unha boa paparota ca un bo polvo. (...) Ou iso supoñemos.

    De tódolos xeitos, caédesnos simpáticos, igual ata vos agregamos entre os nosos links.

    PD: Moi, ímosche denunciar. Vai preparando os teus papeis... Ah, non! que non os tes.

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