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miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿primero se es o se existe?

¿primero se es o se existe?
Escribí esa pregunta porque no era capaz de diferenciar ambos términos. Sus conceptos eran idénticos en un principio.
Pero como suele pasar, definir algo acaba por convertirse en una de las mejores soluciones.
Comencé por definir el concepto de existir, pero irónicamente descubrí que acabó por convertirse en el concepto más difícil.
Es existir es la facultad necesaria de todo ente o cosa, sea física o metafísica.
Al principio escribí que algo puede existir por sí mismo sin necesidad de ser conocido, pero solo existiría lícitamente cuando sea conocido.
Pero esto me llevó a pensar que estaba equivocado ya que si algo existía pero no era conocido, entonces habría que hablar de semi-existencia.
Así que acabé por decidir que si algo existe, lo hace por si mismo, sin necesidad de otra cosa, y que ser conocido es algo secundario y circunstancial.
Después de esto pasé a definir el ser, sobre el que escribí que era la identidad de algo existente simplemente.
El conjunto de los caracteres, características, posibilidades, circunstancias, entorno, historia, etc… de algo que conforma el lugar, el momento y el modo de algo.
Razoné que nada puede ser por si mismo a priori sin existir, porque el hecho de reconocer la esencia de algo significa inevitablemente otorgar la cualidad de existente a algo.
En conclusión, si era un problema de lingüística que se acabó con un par de definiciones, pero dejó un para de cosas destacables.
En primer lugar una frase: existo, por tanto, soy. Solo con existir ya soy, sin embargo, no soy si no existo.
Existo, luego soy.
Otra frase es sobre la propia esencia.
Si soy algo, entonces soy posibilidad, circunstancia y voluntad, luego puedo ser multitud de seres.
Por último, apareció durante la definición de la existencia la duda de si una idea (lo más metafísico que puede haber, ya que no nos referimos a ellas como conjunto de neurotransmisores ni cargas bioeléctricas, sino como concepto abstracto)puede o no existir.los conceptos generales o las Ideas. Otorgar la cualidad de existencia a una idea puede llevarme a concluir que tal vez la metafísica exista y no sea tan loca. Una idea surge a partir de una existencia real: nosotros concebimos la idea de amor a partir de lo que oímos, vemos, sentimos y percibimos.
Nosotros concebimos la idea de esperanza de las posibilidades que razonamos, del miedo que sintamos, etc…
Por tanto, una idea no es una existencia en si, sino un subproducto creado por nuestra mente racional que juega con ella, que surge de una existencia empírica, o en su defecto, lógica.
Una semi-existencia no del todo desechable, pero sólo un concepto técnico que nos ahorra tiempo y sesos.
Una idea existe realmente, a la vez que tiene esencia, eso queda claro, al menos para mi, si se piensa en un par de ejemplos, pero seguramente la existencia de una idea no sea la misma que la de una piedra o un hombre.  

martes, 21 de diciembre de 2010

Parte del libro

Hubo un edificio en cuya última planta solo había un enorme y estrecho pasillo, de baldosas en el suelo y paredes blancas, sin ventanas, iluminado con bombillas viejas llenas de polvo, donde el aire olía a viejo y donde a uno se le erizaban los pelos de la piel sin saber muy bien el porqué.
En uno de los dos extremos de aquel raro pasillo había un hombre. Uno de tantos que se encuentran mientras se pasea por la calle distraído, uno que no se retendría en la retina nada más que un segundo, de edad indefinida, con corte de pelo indiferente y vestido sobriamente, que miraba fijamente hacia el otro extremo de aquel pasillo… donde solo había una puerta.
Nadie sabe que había detrás de esa puerta excepto ese hombre, el mismo hombre que ahora estaba sudando, que sentía ansiedad y al que le temblaban las piernas. La puerta parecía hacerse más grande y oscura por momentos, ocupando todo el pasillo, que a su vez se volvía más tenebroso y asfixiante.
La puerta se hacía tan grande que parecía respirar, y lo hacía tan fuerte que aquel hombre notaba como le robaba el aire de sus pulmones y que a cada inspiración le ardían más los pulmones.
La puerta palpitaba en el cerebro de aquel hombre, porque detrás de ella estaba lo que el propio hombre había colocado.
Solo él lo sabía, y lo recordaba perfectamente, como lo había colocado en medio de la sala  que había detrás del pasillo, como cerró la puerta y se dirigió a la salida, pero de repente se pregunto “¿y si pasara algo?”
Y allí calló en su juego, el inocente juego del Y si.
Mientras seguía dirigiéndose a la salida, empezó a imaginar lo que podría suceder, aquello que apenas tenía posibilidad de que ocurriese, pero que nadie podía desmentir. Una posibilidad, poco posible, pero terrible y angustiosa, le vino a la cabeza. Y le hizo sentir miedo. Enseguida vino otra, igual de improbable pero aún más horrible. Y luego otra, y otra más.
Y pensando en estas posibilidades, se paró, y lentamente se dio la media vuelta, y miró fijamente a aquella puerta.
Y empezó a sudar, a darse cuenta de lo que podía suceder.
No solo lo que era ajeno a su voluntad, sino lo que él mismo podía hacer. Todo lo que podía suceder.
Él había dejado detrás de aquella puerta lo que él perfectamente sabía que era, y sin embargo, a pesar de saber perfectamente lo que pasaba, le angustiaba cada vez más. Le empezaba a dar miedo.
Le daba miedo de que lo que había allí dentro le provocaba, y lo que aún podía provocarle. Y pensarlo le paralizaba, le angustiaba. Sentía nauseas.
No podía moverse. En realidad podía, pero el miedo se lo impedía, y en el fondo de su ser llegaba a pensar que en realidad aunque pudiese ni siquiera querría, y saber que su naturaleza le inclinaba a no moverse le angustiaba todavía más.
Y mientras miraba aquella puerta, que continuaba creciendo y aspirándolo todo dentro de su cabeza, el hombre se sentía cada vez más enfermo, menos hombre y más cosa. Deseaba que todo terminase, que todo acabase de una manera u otra, y fuese al fin libre, de una manera u otra…
Pero ser libre…ser libre implicaba encontrarse solo consigo mismo, y ya sabía que él mismo, su propia naturaleza, le era desagradable, o como mínimo contraria.
No, ya ni siquiera se podía acabar. Estaba encerrado, de cualquiera de las posibilidades estaba encerrado. Solo podía morir.
¿Pero y si al final morir no implicaba desaparecer? ¿Y si al final de todo resultaba que efectivamente había otra vida? Entonces tampoco habría descanso porque su naturaleza, él mismo, seguiría estando ahí. Y aunque no lo hubiese, seguía estando ahí esa posibilidad.
No podía escapar.
Estaba ahí encerrado.
Él, el pasillo, y detrás de aquel pasillo, aquel osito de peluche.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Pienso que...

...lo bueno del amor es que te sirve para saber como eres. Si eres un mierda, te acabaras portando como un mierda con tu pareja, si eres una excelente persona serás un tipo majísimo con la chica con la que estés y si no tienes control sobre tu vida poco control tendrás sobre tu relación, por mucho que te importe.