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jueves, 30 de septiembre de 2010

El extraño humor de Seth MacFarlane

Por Moisés Blanco

Me sorprende que alguien como Seth MacFarlane, a la que considero una de las grandes mentes de la comedia de este nuevo siglo, declarase después de haberse salvado por los pelos de la muerte que “Realmente no puedo permitir que me afecte, ya que soy un escritor de comedias. Tengo que guardarlo en la recámara de la cabeza”.
De lo que MacFarlane se salvó fue de subirse en uno de los aviones que impactó contra una de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, por algo tan tonto como una resaca  después de una noche de fiesta.
Digo que me sorprende porque lo que viene a decir el genio que se esconde tras Padre de familia, Padre made in USA, El show de Cleveland y muchas otras grandes ideas que ha sabido llevar a cabo es que la tragedia siempre debe ir aparte de la comedia, cuando la realidad es justamente lo contrario. Precisamente el humor es lo que nos permite afrontar cuerdamente estos sucesos, es a lo que nos agarramos después de tropezar para que el golpe no sea tan fuerte o hasta para que no haya golpe si tenemos suerte.
Es el consuelo de la existencia, el único que tenemos y el único que necesitamos, por eso me sorprende tanto que MacFarlane afronte el suceso apartándolo, guardándolo en una estancia escondida de su maravillosa cabeza, dejando que fermente allí humores negros, en vez de echar todo lo que esa aparición del destino provoca en él afuera y liberarse así, conciliándose con todo.
Al contrario de lo que escribe Pérez-Reverte en sus geniales artículos, el arte – que es la antesala de la Cultura - no es ese bálsamo de la existencia, sino la escuela donde aprendemos a saber qué implica existir. Pero esto no deja de resultar un tanto frío, tal vez demasiado frío y demasiado serio y solemne para algo de lo que al final, como dicen los fantásticos Les Luthiers, no saldremos vivos. No hay en el arte ni en la Cultura la cálida mano en el hombro, el abrazo sincero y la sonrisa reconfortante que es el humor.
Me sigue sorprendiendo porque tal vez Seth MacFarlane sea una de las personas que más se ríe de sí mismo, que es el humor más complicado de hacer y el que solo pueden hacerlo los realmente buenos. Es verdad que hay de alguna manera una relación un tanto sadomasoquista entre el comediante y el público cuando ese humorista que está ante tanta gente ajena y propia se ríe de sí mismo. Sin embargo precisamente esta es la visión escéptica, la visión carente de humor y la fría y analítica mirada de una triste persona de triste vida, la visión de los que todos aquellos que nunca se reirán de sí mismos porque se piensan demasiado dignos y demasiado elevados como para hacerlo. Es lo más sano que uno puede hacer, porque se está diciendo a si mismo que tiene fallos, y que, después de todo, no son tan graves, y aunque lo sean ¿qué más da? Ni siquiera se plantea el arreglarlos o dejarlos como están, eso no tiene nada que ver, simplemente se ve a  sí mismo y se alegra: se ríe consigo mismo, porque se acepta.
Y es que esto plantea una de las más irónicas realidades que hemos adoptado: el prejuicio de que lo triste es frente a lo cómico más serio, algo más excelente y más apto merecedor del reconocimiento cuando la verdad es todo lo contrario: lo gracioso es lo difícil de hacer y lo que más merece el aplauso. Cualquiera puede gimotear y llorar en un rincón oscuro cuando llegan los malos tiempos, pero pocos saben cómo afrontarlos y menos aún saben cómo reírse de ellos para enfrentarlos mejor y disfrutar para ser felices.
Miren por ejemplo esos funerales escoceses, en el que el mejor amigo del fiambre de turno recuerda ante de todos sus seres queridos, su familia, sus amigos, las mujeres o los hombres a que tanto amó, todos los buenos momentos que pasaron juntos, las bromas que hicieron y las anécdotas que vivieron, una velada donde el alcohol corre entre todos los invitados y en el que todos, unos a otros, se van lamiendo las heridas a base de brindis, risas y abrazos, un funeral en el que no se llora. Estos escoceses si que saben como morirse.
Por supuesto, una cosa es tomarse las cosas con humor, y cuando esto no se puede, al menos aspirar a tomárselas con optimismo. El humor no es lugar para esconderse y no hacer nada contra aquello que nos indigna, porque limitarse a reír es vergonzoso, la función de la risa es que no nos afecte tanto algo, pero luego esta en nuestra mano solucionarlo o no. Reírse de lo malo y no hacer nada es poco menos que reírse mientras alguien se dedica a practicar sus penaltis en nuestra boca
Al final, al único que puede salvar el humor es a uno mismo.

1 comentario:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=r1Wwn0E6oik.

    Hay quien cree que el hombre es el único animal que puede reír. No lo sé, ni me quita el sueño un hecho tan anecdótico; lo que me preocupa es la existencia de tanta gente que ve a la seriedad como el estado natural del ser humano, porque son ellos los dueños de las lágrimas, los que causan las depresiones, los que no dejan a los alegres ser felices. Son ellos, los que susurran con voz monocorde letanías fúnebres desde los altares, los que no permiten que riamos con los recuerdos, los que gritan en las aulas que qué le hace tanta gracia, si puede saberse; los que regalan discursos de cortesía y urbanidad a los que nos divertimos.

    Son ellos los que no recuerdan a Stanley Kubrick, a Billy Wilder ni a Kurosawa más que por sus dramas, y los que nunca comprenderán que alguien tan alegre como Charles Chaplin pueda hacernos llorar con discursos humanistas en El Gran Dictador; y los que tildan de superficiales a Woody Allen y a los Monty Python. Son ellos, homúnculos de vidas tristes, los que nos entristecen a los demás y los que provocan los llantos en los funerales. Ellos, de los que yo me río y no pueden encontrarle la gracia.

    Pd: vale, canario, ya tardabas en montar un blog.
    Pd2: no me gusta Seth MacFarlane y Padre de Familia es una copia de los Simpson. (Con dos cojones)

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